domingo, 24 de mayo de 2009

Nos engañan

Eso dejó claro Ramiro Pinto, que no necesitaba presentación en la comarca de Riaño. Por medio de la gran obra pública, las administraciones dotan de capital a las grandes empresas. Esa es la única verdad. Ese es el único fín de las grandes infraestructuras.

Desconozco si los primeros pantanos que inauguró aquel tenían los mismos fines. No sé cómo se construyeron, ni con qué financiación. Tienen también estas obras un interés político, o casi psicológico, el de engañar a la población haciéndonos creer que estamos mejorando el país, que cada vez la vida será más cómoda, más confortable, más feliz.

Al final, el territorio se reduce a las grandes ciudades, abastecidas de agua y electricidad suficiente como para albergar a los millones de personas desplazadas desde el medio rural. Estas ciudades se conectan entre sí por medio de transportes hipermodérnos y ultrarápidos, sin paradas en los territorios intermedios. Todas las personas viven en las ciudades y allí trabajan y con el dinero que ganan, consumen. Consumen así su tiempo. Venden su tiempo a cambio de dinero que a su vez utilizan para gastar otra vez, y todo vuelve a la gran bolsa. Al final, el ser humano se convierte en trabajador-consumidor, en esclavo del dueño de la bolsa.

Eso es este sistema y hacia allí caminamos, medio esperanzados con la realidad ilusoria que nos brinda al televisión. Preocupados por si estamos gordos o somos guapas, por el tamaño de las tetas o el resultado de la copa del rey. Por la gripe aviar o cochina o cualquier otra amenaza que nos cause…terror. Esos serán los enemigos del futuro de bienestar del sistema del dinero : los terroristas y la enfermedad. Ambos producen enormes ingresos en la enorme bolsa. La venta de armas y la venta de medicamentos.

A un perro se le domestica dándole comida y dejándole sin ella según el deseo del amo. Un animal dependiente de la mano del amo para comer, sometido a su voluntad, y con hambre, hará lo que el amo quiera a cambio de una galletita.

Cada fin de mes, a cambio de nuestra vida, nos dan una galletita.

Las gentes del campo tenían cierta autosuficiencia. Con un entramado social rico eran independientes de cualquier empresa. No necesitaban nada. Así vivió el ser humano desde el principio de los tiempos, buscando su supervivencia en la medida de sus posibilidades, lo que le impedía tanto crecer desmesuradamente y convertirse en desequilibrio, como destrozar y agotar el medio en el que vivía.

Ahora apenas existe. En los lugares que quedan libres…apenas quedan lugares libres. Todo ser humano que existe es un posible trabajador-esclavo de este sistema. Su destino es alimentar la gran bolsa.

El trabajo asalariado destruye nuestra independencia, nos hace sentir inseguros y dependientes, débiles ante el devenir. Así, siempre podrán utilizarnos.

Riaño es un ejemplo claro y escandaloso. El tren de alta velocidad es el instrumento actual. No lo necesitamos para nada. No tendríamos que viajar deprisa ni escapar a lejanos lugares si nuestra vida fuese plena, y sobre todo, nuestra.

Recuperemos nuestra soberanía. Independicémonos. Ayudémonos a producir lo que necesitemos y a necesitar lo que producimos.

Qué pelea diaria, constante, dentro de la mente, saber esto y sentirse tan pequeña, y el mundo tan grande.


Os dejo un regalo, el pantano, preciosa vista, brillo del agua bajo las calizas impresionantes, poderosas. Pero debajo, escondidas tras el espejo, están las huertas, los prados, las cuadras, los medios que permitían que miles de personas no necesitaran nada.

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