Desde los tiempos del neolítico hasta hoy en día, el homo sapiens ha desarrollado tecnología y cultura para su supervivencia basadas ambas en la naturaleza, sus leyes y sus límites. El sustento de estos seres se ha basado durante milenios en el aprovechamiento de los dones naturales del planeta en el que viven. Aún hoy en día es muy fácil encontrar culturas, gentes y lugares que siguen viviendo según aquellas ancestrales leyes, aprendidas del boca a boca a lo largo de los tiempos, así como del conocimiento instintivo del entorno que confiere el hecho de ser un ser vivo sobre la faz de la Tierra. No conozco cómo se desarrolla la vida en otros planetas, pero en este nuestro lo hace de forma milagrosa, atribuida a lo divino por la incapacidad del ser humano de comprenderla en su totalidad y magnitud.
Desde la revolución industrial los homo sapiens muestran la misma exageración en su conducta que en la eliminación del vello corporal. Igual que los cuerpos se depilan obsesivamente, vamos perdiendo todo contacto instintivo con el medio en el que vivimos, así como la cultura milenaria ligada al aprovechamiento del mismo.
Hoy en día, plantearse vivir de la agricultura es tan estrambótico como improbable. Durante milenios ha sido la razón de la subsistencia de la raza de homínidos a la que pertenezco. Decidir llevar una vida limitada a conseguir la autosuficiencia alimentaria y de todos los recursos al alcance de una mujer sola, una pareja, o un grupo, suena a sueño ilusorio, idea utópica e infantil, cosas del romanticismo juvenil y las ganas de transformar el mundo para hacerlo un lugar mejor. Quizá lo sea, pero nunca fue así. La agricultura es una labor que requiere esfuerzo físico, constancia, inteligencia, constante aprendizaje y mucha responsabilidad. Por eso se está abandonando?
El modo de vida propuesto por el sistema capitalista lleva mucho tiempo haciendo mella en las conciencias y convenciendo al campesino de la dureza de sus condiciones comparada con las comodidades, entretenimientos y lujos que ofrece la ciudad. Gran parte de estos campesinos despojados de sus tierras y sus almas se acumulan en las barriadas pobres de las afueras de las grandes ciudades. Su mínima soberanía, sus derechos principales y su básicos medios de subsistencia han desaparecido.
Tener una huerta grande o un huerto pequeño puede ser cosa de ricos con segunda vivienda o espacio y tiempo suficiente para el ocio. Mantenerla con un trabajo asalariado a jornada completa es casi un milagro, para el homo sapiens medio. Pero no deja de ser un medio para conseguir cierta independencia ante los vaivenes de este sistema caprichoso, para el que no somos más que trabajadores-consumidores, pilares por tanto en estos aspectos, de la sociedad que disfrutamos y sufrimos.
Si tanto nuestro tiempo como nuestra alimentación y recursos dependen de nosotras mismas, somos más fuertes, más independientes y por tanto más libres. Los primeros en alistarse en el ejército son quienes no tienen el sustento asegurado, es increíble como vendemos nuestra alma al diablo por un plato de arroz, y cómo manteniéndonos hambrientos cualquiera puede manejarnos a su antojo.
Las crisis, los atentados, las catástrofes , guerras y demás que nos meten hasta el fondo del cerebro desde la pantallina cuadrada del salón (o pantallona, según), no hacen sino convertirnos cada vez más en esclavos dependientes del miedo y la desinformación, cada vez más incultos, cada vez menos capaces, cada vez menos persona.
La soberanía de cada indivíduo reside en su capacidad de decidir libremente sobre las circunstancias de su vida, sometida esta a devenires del futuro, siempre inciertos, pero que no deberían ser debidos a manejos de gobernantes, magnates, caprichos del sistema y demás ilusiones de nuestra imaginación.
Para estar vivo hay que respirar, comer, no pasar mucho frio y tener el calor de los semejantes. Con eso seremos felices y desdichados alternativamente según los ciclos de la vida. Nada más se puede pedir, nada más se debería necesitar. Al margen de esto, el resto se convierte en fiesta, alegría o lujo, hasta el día que caminando hacia casa encuentras un corro de setas para cenar hay razones para alegrarse.
La vida sencilla, es tan feliz o tan desgraciada como cualquier otra, pero más natural, y para mí, llena de lógica.
Así cuando nieva y hiela, me quedo en casa tranquila mirando el invierno desde la ventana, junto a la chimenea, disfrutando de las exquisitas conservas elaboradas en verano y escribiendo este tipo de cosas porque me apetece.
1 comentario:
Hola Laurita,
me gusta tu idea de vida natural. Creo que el tema de la autosuficiencia alimenticia es importante, te da una cierta libertad, y creo que en un futuro es posible que nosotros, Massimo y yo, si seguimos bien juntos, también la practiquemos. Él en el campo cuidando las plantas y yo en la cocina elaborando.
Me gusta tu forma de vida.
¡Besinis!
Publicar un comentario