miércoles, 22 de agosto de 2007

Valle es el nombre de mi pueblo, y Huerna el nombre del Valle, tan conocido por la autopista como estropeado también por ella. Ahora nos dedicamos a destrozarlo literalmente con las obras del tren de alta velocidad, de las que no sé si poner fotos porque dan pena...
Pasan a lo lejos los coches y camiones, y aunque sólo se oyen en las noches de invierno, cuando hay menos tráfico y menos hojas en los árboles que amortiguen sus motores. En pocos años pasará el tren también, no ya a Alta Velocidad sino a Velocidad Alta, que según parece es más despacio, y probablemente también se oirá. Me encanta llegar a casa al atardecer y sentarme fuera un rato a escuchar el silencio, tan ruidoso, del río, los pajaros, la fuente, los pasos de algú vecín y la cencerra de la mula de JuanJosé. Intento ahora disfrutarlo al máximo porque ya sé que no durrará ese placer. Al igual que recorrer la carretera entre los árboles, brillantes las hojas del roció, con esas manchinas de luz que hace el sol entre ellas por las mañanas, cuando salgo a trabajar al mundo de la destrucción. Eso también pronto se acabará y al amanecer y al atardecer me cruzaré con los camiones que se dirigen a los vertederos, con los que llevan las dovelas, con los que traen el hormigón, la ferralla, con los que se llavan la basura, camiones, camiones, camiones.... Venga, bah, voy a poner alguna foto... y mucho ánimo!!!

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