martes, 3 de mayo de 2011

luchas campesinas

Dedicado a Teresa, que me sigue y parece que me echa de menos.











Pues no escribo apenas, porque Nora se lleva todo mi tiempo entre darle de mamar, atenderla en sus necesidades afectivas y de atención de otro tipo, llevarla en cuello, no dejarla sola, pasearla, enseñarle el mundo, observarla, en fin, todas esas cosas que requiere un bebé que acaba de cumplir cuatro meses.
He conseguido ir con ella a la huerta al principio, en la mochila, y sembrar escanda y ajos. Hace poco ya he podido colgarla en mi espalda con el fular, y así sallar las cebollas, plantar algunas cosas y hacer algún bancal. El trabajo se hace seis kilitos más pesado, así que algo más lento y trabajoso, y con paradas para darle de mamar y hacerle alguna gracia, porque en este primer mundo no tenemos la necesidad de llevarla y hacer cosas durante todo el día sin atender su desarrollo. Como me pasaría si fuese una indígena de cualquier otra cultura, que trabaja todo el día con su bebé a la espalda sin tiempo para mirar para ella, a causa de la misma necesidad. Aún así, hay días que me he agobiado bastante por no poder hacer otras cosas relacionadas con otras ilusiones, con mi desarrollo personal y mi trabajo en casa. Pero luis siempre me ha recordado, entonces, que estoy criando y que toda la dedicación que pongo en ello es en sí un trabajo.
La casa se resiente, no está tan limpia y ordenada como me gustaría. La leña amontonada espera ser partida y ordenada en la leñera. Los tomates, pimientos, calabazas y calabacines están aún sin plantar y ahora la huerta apenas nos da algunas lechugas para comer, pues ya la verdura del invierno espiga apresurada a causa de los calores primaverales.
Mientras, ella crece, engorda y va aprendiendo cositas. Ya sabe coger objetos con sus dos manitas y se los lleva rápido a la boca, para probar a qué saben las diferentes texturas y materiales. Se ríe, es una niña tranquila y feliz que agradecida sonríe a cualquiera que le dice algo. Ahora ya va extrañando y reclama estar con su mamá, su hábitat natural.
Hasta ahora nos hemos resistido al cochecito, sillita, cuna, cualquier lugar donde se la deje sola sin contacto físico, y sobre todo la porteamos junto a mi pecho o a veces el de luis, para que se sienta protegida y tranquila. Esto nos ha limitado mucho la acción, sobre todo a mí, pero a la vez es muy agradable estar junto a ella dándole lo que más necesita, nuestro amor.
Mañana vuelvo al trabajo, de ocho a tres todos los días, y he estado aterrada ante este cambio que se avecina en nuestras rutinas y horarios. Probablemente llorará mucho y me echará de menos. Estamos preparados, tenemos pensados los espacios de lactancia a lo largo de mi jornada para que cada dos horas me vea y poder abrazarla y tranquilizarla y que de este modo vaya adaptándose despacio, sin sufrimiento, a la nueva jornada, y sin perder la lactancia, que hoy en día está demostrado lo importante que es para un buen desarrollo de la autoestima y la salud.
Desearía a veces vivir en otro país con una baja maternal más larga, donde el estado mismo comprenda lo importante que es ayudar a crecer a nuestros bebés sin separarlos de su madre, pero aquí, mis dieciséis semanas tocan a su fín.
Ahora mi tiempo será aún más limitado. Espero ir adaptándome para poder llevar a cabo todas mis tareas, mantener mi actividad en el grupo de semillas y también en las tierras colectivas, a la vez que una crianza sana, pues para ella deseo lo mejor, como cualquier madre. Aunque me haya rendido con los pañales de tela, sigo con la esencia de la crianza natural adelante.
En la foto, Nora y yo "celebrando" el 17 de abril, día internacional de las luchas campesinas. Soberanía alimentaria YA.











1 comentario:

Ana dijo...

¡madre! ¡cuánta belleza!
Mucho ánimo, que es un proceso hermoso el de verlos crecer